domingo, octubre 23, 2005



PUEBLO MÍO QUE ESTÁS EN LA COLINA

Esta canción resume el sentimiento de todos los que abandonamos el pueblo natal y deseamos volver alguna vez a él, creo que la primera vez que la escuché fue en la voz del "Garrincha" o en la guitarra del Yayo Valdivia. Ahí dejo la letra para ver si alguno de los nostálgicos del pueblo sienten lo mismo que yo


Que será


Pueblo mío,
Que estás en la colina,
Tendido como un viejo que se muere,
La pena y el abandono,
Son tu triste compañía,
Pueblo mío,
Te dejo sin alegría.

Ya mis amigos,
Se fueron casi todos,
Y los otros partirán
Después que yo,
Lo siento porque amaba
Su agradable compañía
Mas es mi vida Y tengo que marchar.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida, qué será,
Si sé mucho o no sé nada,
Ya mañana se verá,
Y será, y será, lo que será

Amor mío,
Me llevo tu sonrisa,
que fue la fuente de mi amor primero.

Amor te lo prometo,
Cómo y cuando no lo sé,
Más sé tan solo, que regresaré.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida qué será,
Si sé mucho o no sé nada,
Ya mañana se verá,
Y será, será, lo que será.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida qué será,
Y en la noche mi guitarra dulcemente sonará,
Y una niña de mi pueblo llorará,
Y en la noche mi guitarra dulcemente sonará,
Y una niña de mi pueblo llorará.

Amor mío,
Me llevo tu sonrisa,
Que fue la fuente de mi amor primero.

Amor te lo prometo,
Cómo y cuando no lo sé,
Más sé tan solo, que regresaré.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida qué será,
Si sé mucho o no sé nada,
Ya mañana se verá,
Y será, será, lo que será.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida qué será,
Si sé mucho o no sé nada,
Ya mañana se verá,
Y será, será, lo que será.

Qué será, qué será, qué será,
Qué será de mi vida qué será,
Y en la noche mi guitarra dulcemente sonará,
Y una niña de mi pueblo llorará,
Y en la noche mi guitarra dulcemente sonará,
Y una niña de mi pueblo llorará.

domingo, octubre 16, 2005


















Historia casi verdadera del Golfo Pérsico.

Indudablemente que todo empezó hace muchísimos años con mis tíos Alberto Madrid Calderón y su esposa mi tía Carmen Cruz quienes se traían a su casa a sus amigos a tomarse un trago y a compartir los momentos de ocio de los trabajos agrícolas del pueblo, también a recordar sus pasados duros de la pampa salitrera en la cual mis tíos pasaron gran parte de su vida.

Era típico ver pasar a mis tíos, cualquiera de lo dos, pasar hacia su casa con una botella de vino y luego iban apareciendo los amigos, en ese tiempo don Ismael Astorga, el Domingo Heredia, Don Nataniel Michea y otros, podríamos decir que esta es la prehistoria del lugar; en esa época todavía era solamente una casita con huerto y que estaba muy bien ubicada casi al llegar a la calle principal por el callejón Valdivia, ya que no se molestaba a nadie en las sucesivas fiestas que ahí se realizaban y estaban cerca las botillerías y los negocios donde podían reabastecerse.

Pasó el tiempo y mis tíos nos dejan quedando la casa y el huerto a cargo de mi tío Enrique Madrid, el querido y recordado “malulo” q.e.p.d., desde ese momento comienza propiamente la historia, que incluye a algunos de los antiguos participantes como el chumingo y el Ismael, mi tío malulo por supuesto y que se van agregando ahora los amigos de mi tío como mi tio Raúl Arqueros, el Lucho Michea, don Recaredo Pérez, Don Vidal Valencia, el Callejas, el Isidoro Rivera, el Chispa y muchos otros; que se juntaban en el mismo lugar a tomarse unos copetes en las tardes o los fines de semana, de allí el nombre tan significativo que quizás a quien se le ocurrió“porque allí se podía sentir los cañonazos de copete, como en el Golfo Pérsico los cañonazos de los tanques y porque daba mucha sed por lo seco del citado lugar”.

De allí en adelante fueron varios los años en que el Golfo, a secas, es tema de conversación y se suceden las fiestas y el lugar pasa a ser un clásico más de mi pueblo. Era cosa de nombrar el golfo y cada peralillano sabía a que se estaba refiriendo, incluso se podía nombrar a la mayoría de los integrantes y el mito ya se había armado y hoy yo lo traigo a las palabras que escribo. Cuantas historias tienen que haber pasado en ese lugar, cuantas anécdotas cotidianas que sólo están en la memoria de sus integrantes y que tienen que haber dado momentos de felicidad para ese montón de viejos queridos.

Hoy que ha pasado el tiempo y que también nos dejó mi tío malulo, se hizo cargo del lugar mi primo Alberto con su pareja la Mariela Valdivia, por lo cual la historia del golfo se ha detenido, pero yo creo que más que detenerse se movió unos metros hacia arriba por el callejón Valdivia, hasta el mítico sauce de la casa de doña Wilda Rojas, donde muchas noches, sobretodo en verano, un grupo grande de jóvenes inquietos se reúnen bajo el amparo del Santiago y del Jorge, entre otros con el rambo, el chester, el negro tatai, la Jocelyn, el Felipe, el Víctor y la flaca Alejandra, el Pedro , el Sebastián, el Hernán, el Eduardo y varios invitados que llegan sobretodo en vacaciones de verano desde otras regiones e incluso desde el extranjero llenando de vida las noches veraniegas. Ellos y ellas son los auténticos herederos del golfo, ellos y ellas ya están haciendo historia, la futura historia del golfo que ahora esta bajo el sauce y que espera ser vivida para en el futuro ser escrita por alguno de sus participantes…

Salud viejos queridos del golfo y salud a aquellos queridos jóvenes y jovencitas del golfo parte dos “el regreso” en versión el sauce…

domingo, octubre 09, 2005


UN RECUERDO QUE MÁS PARECE UNA LEYENDA…

No recuerdo exactamente el año, pero debe haber sido por allá por el año 1980 o antes, no recuerdo exactamente los hechos, pero mi memoria en este sentido es más afectiva que precisa, por eso es que eternamente esos hechos van a quedar como los escriba hoy, aunque la verdad sea otra y los hechos hayan ocurrido de una manera muy diferente. (Tampoco sé si me gustaría averiguar lo que realmente pasó)

En esa ocasión, el Club Deportivo Peralillo había desarrollado un excelente campeonato y estaba puntero junto con uno de sus eternos rivales el Club Deportivo San Isidro, todos los domingos se esperaba que alguno de los dos dejara algún punto y permitiera que el otro se ubicara solo, como puntero absoluto, pero no fue así y llegamos al último partido en nuestra casa, en la cancha de Peralillo.

La preparación del partido fue como era siempre en esos tiempos, mucha gente en la reunión, en la sede y todos hablaban del tema “el partido del domingo”; algunos de los más jóvenes empezamos a pensar en que podíamos hacer, de allí surgió la idea de usar los instrumentos de la banda escolar, se sacarían el día del partido y los llevaríamos a la cancha para apoyar a los verdes. Los días pasaron y el típico consejito a los jugadores “cuídate, pal domingo puh cabrito”, que cada peralillano aprovechaba de decir a la pasadita, aunque todos sabíamos que los verdes estaban más que concientes de que no podían fallarle al pueblo completo.

Y llegó el día del partido, el almuerzo se hizo rápido, había que llegar luego, me acuerdo que partimos con el Dixon Pérez, el Cristian y otros con los instrumentos metiendo bulla desde el mismo pueblo hasta la cancha, allí ya había harta gente, los del asentamiento se iban por el otro callejón así que solamente en la cancha nos encontramos, mucha gente; había también gente de otros pueblos de Andacollito, de Diaguitas, de Miraflores, de Vicuña y también de nuestros rivales de San Isidro.

Los peralillanos habían llevado la bandera y nosotros con los bombos, las cajas y las trompetas empezamos a alentar a los verdes y el infaltable “Chumingo” se paseaba desafiando con su “cincuenta los verdes”.

Y entran los verdes a la cancha: un dos tres PERALILLO, a ganar, ¡Arriba los valientes luchadores! Surge de la barra y empieza el canto tan recordado, que los antiguos nos transmitieron con tanto corazón y que lleva la melodía de una tarantella italiana (algo así como funiculi, funicula).

(Aquí es donde la memoria se torna más afectiva todavía, ya que la imagen que tengo de los que jugaron esa vez se relaciona con una foto que hay en la sede de un partido del regional de campeones en La Portada de La Serena y que no sé si es el mismo equipo, pero en fin así es la leyenda)

Llegó el pitazo inicial, (habrá arbitrado el mítico “Negro Pepe”), empezó el partido y los bombos, las cajas y las trompetas se hicieron más bulliciosas todavía, todo se hizo verde-blanco por un lado y amarillo-negro por el otro, corrieron los minutos y nada, todo era tensión el “churo” Olivares seguro en el arco conjuraba cualquier ataque de los sanisidranos y el rubio Ortiz se aseguraba de no dejar pasar los tiros peralillanos del “yayo” Arias, del “cano” Ramos y los ataques del Jaime con el “Nene” Michea que insistentemente llegaban al arco rival. Los gritos de la barra peralillana empezaron a sentirse, ya que no llegaba el gol: “De emboquillada, cabeza con agua” de Don Ismael Astorga; “Corre, you” de Don Kako Arias, “Tócala, viejo loco” del “pachanga”, el Lucho Michea se paseaba fumando en el borde de la cancha y pasaban los minutos, el primer tiempo y el segundo, quedaba muy poco

Hasta que llegó el momento que si tengo clarito en la memoria, un foul a treinta metros del arco rival, no había duda era el turno del Jore Michea, este si era gol, este era el gol del campeonato. Se produjo un silencio total, los bombos, las cajas, los gritos y las trompetas se callaron y sólo quedaba la ansiedad; el Jore ubicó la pelota, el rubio Ortiz puso una barrera de cinco hombres y el valle dejó de respirar un segundo, el “cerro grande” se acercó un poco más para ver y vino el tiro con toda la técnica del mejor jugador que ha pasado por los colores del Club Deportivo Peralillo, al angulo superior izquierdo, hacia el río, y el rubio Ortiz llega al balón, pero el tiro iba tan fuerte que le dobla las manos y la pelota entra al arco: GOOOOOLLLLLLLLL de Peralillo, GOOOOOLLLLLL y todos corrimos a la cancha, todo era grito, yo dejé la caja botada y partí corriendo al centro donde ya estaba la mayoría de la barra, y la bandera, todos saltaban, se abrazaban, algunos lloraban, otros perseguían al Jore que corría por todos lados. De allí a entonar el himno fue sólo un segundo: ¡Arriba los valientes luchadores, peralillanos, peralillanos, al aire van flotando sus colores, Peralillo siempre ganará junto a ellos su barra estará…

No sé cuanto duró ese momento, pero para mí solo hoy que lo escribo ha terminado y se ha ubicado en el mundo virtual y eterno de la leyenda.

De allí a reanudar el partido, los minutos que faltaban que no tengo noción de cuanto era, pero llegó el final y todo era alegría, todos al centro de la cancha nuevamente y de nuevo el himno. Varios minutos después se decide bajar al pueblo así no más con los jugadores vestidos con sus ropas deportivas y empezamos a correr gritando y cantando, esa no fue una vuelta olímpica de campeones, sino un trote de casi un kilómetro hasta el centro del pueblo, donde me acuerdo que corría junto al Nicolás Valdivia y al “Cocos Duros” Valdivia su hermano, que siendo pequeños ponían un corazón enorme en la cancha.

Aquí nuevamente se me aparece la neblina del tiempo, parece que había algo en el centro del pueblo, no sé qué, pero los jugadores con sus vestimentas verdeblancas fueron recibidos como héroes y comenzó la celebración y la sede se llenó de gritos y cantos: La barra que hemos traído viene dispuesta a gritar y a alentar a Peralillo… adelante peralillo, que me altera tu manera de jugar, adelante los campeones que con goles ganarán…(Este canto se hace con la melodía de la Batelera).

Y así pasaron las horas y ya muy tarde recuerdo la clásica retirada de los jugadores, la mayoría todavía con ropa deportiva, con el copete encima y por el frente de mi casa pasa el Jore Michea con su caminar cansino hacia su casa como tantas otras veces lo vería pasar al viejo “pantano”.

domingo, octubre 02, 2005



Este cuento que quiero compartir con los peralillanos es de uno de los nuestros, es del "loco Mena" (Como lo llamaba René Mena, su hermano), quien llevó por el mundo el nombre de nuestro pueblo y que hoy tiene sus cenizas repartidas en diferentes lugares del valle y creo que sobretodo en el Cerro Grande. Este cuento es uno de tantos que se encuentran en su antología llamada "Cazuela de Ángeles" editada por la Red Internacional del Libro y que yo tuve la oportunidad de encontrar en la librería "Macondo" de Arturo Volantines en La Recova de La Serena y posteriormente con el propio René Mena.
Este cuento refleja varias situaciones familiares como es: la infancia marcada por el cerro, por la luna y la fantasía que entrega ese cielo tan especial del Valle de Elqui; también el viejo dicho peralillano de que "si se nos pierde el Cerro Grande nos desesperamos"
En fin, ahí les dejo la pluma de este peralillano con su cuento que envidiosamente quisiera haber escrito yo.

EL CERRO GRANDE, LA LUNA Y YO.
(Gregorio Mena Barrales Q.E.P.D)

El cerro era muy alto, muy alto: Quizá llegaba hasta el cielo.
Sí debía llegar hasta el cielo, porque en invierno lo tapaban las nubes y éstas están colgadas del infinito…
La cima rozaba su lomo pétreo con las estrellas… O a lo peor no, pero en todo caso debía estar muy cerca…
Un cerro maravilloso: grande, cubierto de rodados centenarios que alguien hizo en sus laderas. ¿Sería un gigante que se deslizó por sus faldas, sería que el gigante gustaba de jugar en las noches sin estrellas?
Había una roca negra, siempre negra, a cuyo pie, contaban los adultos, brotaba una fuente de agua pura y una quebrada profunda, peligrosa…
En invierno el cerro vestía de blanco, una capa alba cubría su superficie, casi hasta el pie. La nieve, luego se iba retirando con el calor. Cada día más arriba, hasta que al final dejaba de estar.
(¿Dónde se iría la nieve? ¿Sería que el gigante se la comía como helado?)
El cerro termina, por un costado, al borde del valle. Por el otro se une a otros cerros formando una cadena interminable de colosos.
La tierra es tierra de cerros, muchos cerros, muchos, pero sólo éste era "mi cerro". Hubiera querido trepar hasta su cumbre.
(Nunca pude cuando niño y después de adulto no quise hacerlo.)
Hubiera querido tantas cosas: escribir un poema con letras enormes en el pizarrón de sus laderas, en el risco más elevado y luego gritar, cantar a la luz y a la vida…
¡Un cerro muy hermoso!
En las tardes, cuando el sol se iba a descansar, el cerro captaba los últimos rayos y los reflejaba sobre el valle; pero después, gastadas las energías solares, todo quedaba oscuro, negro, feo…
Entonces yo me ponía a esperar la Luna.
(No siempre venía. Otras veces, al oscurecer, ya estaba rielando por los senderos espaciales.)
De vez en cuando aparecía sólo un trocito. Una vez a la derecha y otra vez a la izquierda.
(¿Sería que alguien escondía los trozos lunares para jugar con ellos? ¿Sería que el gigante gustaba de comer pedazos de luna en un sándwich de tiempo?)
Pero otras noches llegaba. Asomaba su cara redonda y fría en la cima de "MI CERRO" . Iba apareciendo lentamente… Un cuarto, la mitad, tres cuartos… toda…
Era un proceso hermoso ver aparecer la luna. La noche se volvía campanas y paraíso de flores…
Cuando estaba a media cara, cuando el cerro dejaba ver solamente una parte, hubiera querido tener una caña, un palo muy largo, una red quizá y trepar corriendo hasta la cumbre y atraparla.
Soñé mucho con pescar la cara blanca y pura que asomaba tras el cerro, tras "MI CERRO", para hacerla mía.
(¿Qué habría hecho con la luna? ¿Un juguete, o a lo mejor un manjar, o una rueda que girara por siempre jamás…?)
Nunca tuve la caña de pescar lunas, y, repito, nunca subí al cerro.
¿Sería la luna de azúcar?
¿Sería un queso grande, con el que se podían alimentar familias y pueblos?
¿Sería un globo de aire e ilusiones?
Pero la luna, el cerro, la noche, la caña y mis sueños fueron el conjunto mágico de mi infancia campesina.
(Un día vi como Amstrong pisó la luna y se terminó la poesía: la luna de mi infancia, de mis sueños, de mis fantasías era una masa sin vida que rodaba y rodaba alrededor de la tierra.)
La Luna no tenía alma, un astro muerto, un espejo triste que pisotearon.
Una luna de mierda compuesta de elementos químicos, ¡ruines y comerciales!)
Pero no, "MI LUNA" sigue tras el cerro del valle y a lo mejor otros niños sueñan con atraparla y hacerla suya.
Ahora, muy lejos, miro otras lunas, sin caña, sin cerros y sin esperanzas…