sábado, julio 08, 2006


EN PERALILLO NOS DEJAN DE A DOS.

En estos últimos días me he enterado de la sensible muerte de dos personas muy conocidas en el pueblo, es el caso de Hugo Cortés más conocido como el “pachanga” y don Julio Guerrero el viejo peluquero del pueblo. El primero es parte de la historia del pueblo por desempeñarse como chofer de innumerables micros de la Vía Elqui, de colectivos y últimamente transportes de personal de fundos y parking, también como parte activa del CDP como jugador e hincha siempre presente en los partidos. El segundo con su clásico maletín de cuero y sus máquinas de cortar, tijeras y navajas, con los cuales recorría el pueblo cortando el cabello a domicilio y también como hincha infaltable en los partidos domingueros y en los viajes del deportivo.

Ambos han dejado en la tristeza a sus familiares, el primero a sus esposa, a Osman (Yiyo), Marcelo, Janett y el hijo menor que no conozco por nombre, también a sus nietos, a todos los cuales les mando un abrazo de pésame a la distancia. El segundo deja principalmente a la querida “Teresita” que con su eterna alegría y buen trato siempre saludo en los veranos, a ella un gran beso a la distancia acompañándola en su dolor.

Estas dolorosas muertes me han motivado a escribir un poco de una triste tradición del pueblo y es el hecho de que “muchas veces en el pueblo los que se van para siempre se pasan a convidar” y que por eso “siempre nos dejan de a dos”. Esto lo vivimos de muy cerca en mi familia, cuando falleció el querido tío tata “Chicuelo” Humberto Madrid Aguirre, ya que en el momento en que nos dirigíamos a su sepultación en el cementerio del pueblo, pasamos frente a la casa de la señora Marta Rojas que estaba muy enferma y que según la empleada de esa casa justo en ese momento murió, acompañando al “Chicuelo” esta vez en la muerte como tantas otras veces en el cuidado y limpieza de la iglesia, en que ambos ocupaban muchas horas. Esto obviamente es parte de otras historias similares y que más de alguno de los lectores podrá relacionar con episodios familiares cercanos.


Sea así o no lo que se nos van de a dos no lo sabemos, lo que sí es absolutamente cierto es que el pueblo se paralizó para acompañar en su último viaje a ambos peralillanos y esa es una tradición que hay que destacar y mantener en el tiempo.