miércoles, junio 16, 2010

martes, junio 01, 2010












Un peralillano que también está lejos del pueblo, expresaba a través de internet que era una pena enterarse por estos medios tecnológicos de la pérdida de un ser tan querido como don Recaredo Pérez, sobre todo para aquellos que estamos lejos y no podemos viajar a despedirlo como se merece.


Esta expresión tan cierta me hace recordar a este “viejo insigne del pueblo”, pero obviamente no en lo tecnológico, sino en lo humano, desde nuestra infancia más lejana hasta la última vez que lo vi que fue a finales del mes de febrero de este año antes de venirme a Arica finalizadas nuestras vacaciones. En ambos momentos, en ese pasado lejano y en este presente cercano, este “pequeño gigante” nos mostró su simpatía y su alegría que desbordaba por todas partes.


Como no recordar todas las fiestas en el Club Deportivo Peralillo donde este” viejo cabeza blanca” nos hacía reír con sus salidas chistosas, con su típicos bailes, sus disfraces y sus cantos de tenor aficionado. Como no recordar aquella vez que el pueblo entero fue a ver al ídolo Chamaco Valdés a la cancha y nos quedamos con que el que nos presentó el mayor espectáculo fue nuestro Recaredo Pérez con sus fintas y su dominio de balón. Como no recordar que cada vez que el deportivo salía del pueblo a diferentes lugares, en los recibimientos este” viejo cabeza de ajo” y muchos otros peralillanos eran el alma de la fiesta y lo conocían en todos lados por su espíritu simpático y alegre.


Como no recordar que una de las últimas veces que lo vi fue en su casa, conversamos un rato y ahí estaba con su inseparable compañera la querida Doña Violeta, amable, cariñoso como siempre con sus niños entre los cuales no sólo estaban sus hijos y el Carlos Mauricio, sino que ahí me tengo que contar junto con mi hermano Rodrigo, el Pedro Pateguagua y varios otros cercanos que hoy estamos tristes por su partida, pero resignados porque en realidad estaba sufriendo dolores nunca merecidos y que se le habían agravado estos últimos meses.


Estos recuerdos y muchos más están en el alma del pueblo, en los pilares que sostienen el espíritu verde y blanco de nuestra tierra. Por eso hoy , a más de mil setecientos kilómetros, escribo en la noche de su velorio, el cual se hace en su casa del callejón Lamata (lugar entre otros tan querido de la correrías de nuestra infancia pueblerina) , y estoy seguro que así como yo estoy escribiendo y recordándolo, hay muchos peralillanos de corazón, allá en el pueblo o en cualquier lugar, que en este momento dentro de la tristeza de su partida sacan una sonrisa desde el fondo de la memoria al recordar alguna de sus tantas salidas cómicas y hablan sobre él con el cariño que se ganó en tantos años de darnos alegría y simpatía.


Por todo esto no estoy triste, porque este “viejo cabeza de niebla” siempre nos hizo reír y nos seguirá alegrando el espíritu desde donde esté y nos enseñó, especialmente a nosotros sus niños, que en cada momento, ya sea un duro minuto de trabajo o en una ocasión de fiesta hay que estar alegres y sacar la sonrisa o la risotada sonora. Por eso gracias querido “viejo Recareo” porque además estoy seguro que estarás improvisando algo al tata Dios y haciéndolo reír con tus payasadas de hombre bueno.









En Peralillo se nos van de a dos o de a tres, cómo no agradecer la existencia de Toya entre nosotros (QEPD), con su forma de ser donde la disposición, la mano trabajadora, el esfuerzo, el sacrificio y la innegable presencia en muchas de las actividades de Peralillo y Lourdes.


Sobre todo hay que recordarla en actividades donde el espíritu campesino salía a flote; hace muchos años ayudando en mi casa o donde mi abuela Artemia cuando se hacían dulces, arrollados y tantas otras tareas que necesitaban la ayuda desinteresada de la familia; hasta hace poco en el canto del grupo folclórico de Peralillo aportando en actividades de la iglesia y en otros lugares del pueblo y sus alrededores.


Por esto esta nota es para la gente que la quiere, para que sepan que dejó su huella entre nosotros, que la recordaremos por siempre y que su canto está ahora en compañía de la guitarra del Quelo, de la voz de la Mirta Rojo, del amparo de Queca su madre y de Floro su padre, de su abuela la querida Coti.