domingo, junio 24, 2012


MARTES 18 DE JUNIO 2012 EN CEMENTERIO SAN  MIGUEL DE AZAPA.
(Discurso en el sepelio de Manuel Antonio Madrid Aguirre)


¿Por qué estoy aquí tío Manuel?

Porque quiero representar el sentir de tu otra vida de hombre esforzado, una vida que estuvo a casi dos mil kilómetros de aquí, en tu pueblo natal de Peralillo, que se quedó grabado en tu corazón con el calor de esos lugares hermosos. Una vida de campo en el Valle de Elqui, que por allá por los años sesenta cambiaste por este valle de Azapa, que te vio entregar tus mejores años donde construiste una vida que hoy tiene a todas estas personas que te acompañan también llorando tu partida.


Desde allá quiero traer sobre todo el doloroso sentir de mi madre, mi padre y toda mi familia materna.  También traer el sentimiento de todo un pueblo que ya sabe de tu partida y que te llora entre huertos, parronales, cerros y río.


Tío querido, la  verde bandera del Club Deportivo Peralillo está a media asta y los himnos del “valiente luchador” que tú creaste están silenciosos en las bocas de tus amigos peralillanos que hoy no cantan en los recintos deportivos del valle.


Tío Manuel, alguna vez alguien me preguntó qué conversaba tanto contigo, si tú no eras de hablar con mucha gente; era justamente de eso, eran noticias de tu pueblo, de tu gente, muchos de los cuales ya están reunidos contigo: el tío “chicuelo”, el tío Juan, el tío “Teto” y la tía “Lucha”.  Sobre todo preguntabas por tu hermana menor mi mami Alicia que hoy siente tu partida tan lejos de aquí.


Tío, sé que en el cielo seguirás hablando de tu pueblo, de tus amigos, del amor a la tierra y a la familia. Tío, la gente devota de la Virgen del Carmen, sabe  que cada uno de esos claveles  que mandabas desde Arica para adornar el altar  y las andas en la Fiesta Patronal de septiembre, engalanarán el lugar de privilegio que te tienen guardado  los peralillanos más ilustres.


Finalmente, tío Manuel, sólo decirte que fue un honor conocerte y resaltar que no conozco mucha gente a quien le corresponda con mayor justicia esta frase final: “...descansa en paz, tío, que harto hiciste en este mundo”.