sábado, octubre 06, 2012

CANO RAMOS Y SU INTERVENCIÓN EN EL LANZAMIENTO DEL LIBRO PERALILLO ELQUI



CRÓNICA DE UN VIAJE MUY ESPERADO

CAPÍTULO I.

Lanzamiento del libro: “Peralillo Elqui: Tradición en hombros de hombres de campo”.

Parte cuatro.
CANO RAMOS

Querer  a un pueblo es un sentimiento que hay que demostrar en todos los momentos y en todos los lugares y este amigo que presentaré a continuación así lo hace: en la cancha y en la escuela, en la calle y en cada casa peralillana, con una sonrisa amable para todas las personas; en este caso, como educador que es,  también se alegra cuando un alumno o alumna logra un aprendizaje significativo y se alegra aún más cuando un ex alumno o ex alumna logra concretar su proyecto de vida.





Él proviene de una de las familias peralillanas que más han demostrado este sentimiento, se trata  de la gran cofradía de los RAMOS.  Por eso, y como querer a un pueblo también es cosa de locos, dejo con ustedes, con mayo o sin mayo, a Washington Alejandro Ramos Araya, el Cano Ramos, quien nos presentará sus vivencias sobre el Cerro Grande de Peralillo a través del texto llamado:





                                               El vigía


Las añañucas, azulillos, terciopelos,
te cubren en las primaveras lluviosas
te vistes de galán y vigilas a tu hermoso pueblo.

Recibes las visitas encantado 
después de las lluvias del invierno,
cuántos  nos encontrábamos con tu esencia,
 tu aroma perfumado de salvias.
La nieve que cubre delicada tus laderas
 son tentaciones de niños en el tiempo.









Cada uno prepara su próxima aventura
subimos por la placilla, la virgen, la bandera
pontón del gallo, el agua grande o el socavón
 todas eran rutas optativas para conquistarte.

Una vez en la cumbre emocionados
 nos muestras la belleza del paisaje
nuestras miradas perdidas,
danzan  a través de las montañas
con el corazón inquieto y el rostro iluminado.








Gritamos con la fuerza de un volcán hoooolaaaa
y tuvimos la respuesta,
cien mil voces se estrecharon en el infinito
danzábamos, cantábamos,  soñábamos,
sólo tú entendías las emociones del momento.

Una vez compartida tu cumbre,
nos deslizábamos por tus cabellos
uno a uno saltando brincando hasta llegar a tus pies
agitados de emoción al visitarte una vez más.

Vigía tú tienes en cuenta es cierto,
los que te han abandonado por un tiempo
parte de ti se va con cada uno de ellos
pero veo en tu imagen silenciosa
la alegría cuando uno de los nuestros regresa.
Eres mágico, cerro grande de Peralillo.



 

lunes, septiembre 24, 2012

CRÓNICA DE UN VIAJE MUY ESPERADO. CAPÍTULO I. Parte Tres



 (Hernán Geisse Pérez, Beatríz González Fulle, José Hernán Cortés Pérez e Iván Salas Madrid)



CRÓNICA DE UN VIAJE MUY ESPERADO

CAPÍTULO I.

Lanzamiento del libro: “Peralillo Elqui: Tradición en hombros de hombres de campo”.

Parte tres.

Quedamos en que en la parte uno estaba lo serio, lo formal, en la parte dos estaba lo emotivo, la emoción de reflejar en palabras un pueblo que es más que un simple lugar en el mapa.

Ahora en esta parte tres corresponde la palabra a los amigos peralillanos,  aquellos que son reflejo de lo que dice el amigo Diego Espinoza Navea, “Polilla”:” Los Peralillanos somos de una ‘ralea especial’...somos pícaros, ingeniosos para poner la talla justo a tiempo y sin groserías... somos  ‘nacionalistas’ (yo diría algo así como ‘PERALILLISTAS’)… Peralillo primero y después el ‘resto’, somos amistosos a más no poder (verás cómo quieren en Peralillo al amigo cuando es forastero), poetas, buenos pa´la pelota, agricultores desde la cuna y hasta la tumba”.




(Barra del Club Deportivo Peralillo)

Sabiendo lo que se vendría es que preparé para esa noche una presentación especial para el primer amigo Peralillano que intervendría: José Hernán Cortés Pérez.

“Esta es noche de fiesta y ha querido estar presente un amigo peralillano que lleva la alegría en el alma, él es el  tenor de las inolvidables juntas de los Mujik, el licenciado o ingeniero de los viajes a Argentina, el único en Chile que vende bencina y petróleo con agua. El heredero indiscutido del padre Oscar Messina que hoy llega con su herencia más preciada, el abrigo negro de nuestro más recordado sacerdote. 


 (Padre Oscar Messina, Vidal Valencia y Ramón Ramos)


Él ha sido parte también de este hermoso libro con su artículo titulado “Peralillo, República Independiente” , un aplauso entonces para recibir a José Hernán Cortés Pérez, nuestro amigo PARAFINA”.




 (José Hernán Cortés Pérez, fotografía de Pedro AlejandroValencia Cortés)

Su intervención está basada en un pensamiento de Gabriel García Márquez que dice así:  “La vida no es la que uno vivió, sino la que uno recuerda y cómo la recuerda para contarla”
 

De allí sus palabras son un recorrido por la historia de nuestro pueblo, aquella que vivió su generación y que podemos leer en el libro. Una historia de pobrezas y de riquezas, de alegrías y de sufrimientos, de grandes personajes en la cultura, en el deporte y en la vida cotidiana.   




 (Ramón Ramos, fiesta de la primavera)

Donde destaca que la principal preocupación de las familias y los profesores de Peralillo siempre ha sido que sus hijos e hijas fueran personas de bien, donde el trabajo es la principal herramienta para progresar en la vida y justamente José Hernán es un gran ejemplo de aquello. 



(Profesores Escuela de Peralillo, dirigidos por Edmundo Vidal Cárdenas, de pie a la derecha)


Yo en este artículo del blog peralillano quiero destacar las innumerables anécdotas que contó en esa noche:


Recordó a personajes como Checho Órdenes uno de los choros del pueblo, aquel que todo lo podía, por ejemplo, cambió el peñasco negro del Cerro Grande para que en el verano primero le diera el sol a la casa de él, se dice que hizo solo el Socavón, enderezó solo el canal de peralillo en varias partes, le cambió la rueda a un camión poniéndole el hombro y con la otra mano cambiaba la rueda, cortó unos gomeros en el bosque de Enrique Rojas y dejó puestos los palos para el puente de Peralillo que nos une con Diaguitas.


Recordó a don Víctor Rojas el cual decía que la alfalfa en su Hacienda de  “Los Tilos” se daba tan grande que con las ramas envaraban tomates, también que en una pampilla tiró el lazo para atrás y se dio cuenta que su caballo “El Bandera” venía medio pesado y recién ahí se dio cuenta que traía el cerro pontón del gallo a la rastra.


Marcos Arancibia don Marcos “tate quieto”, el cual ya  medio copeteado siempre decía: “Chilo paga todo, Chilo paga todo”.


Personajes como el apodado “Chico Carrera”, que confundía los nombres y que siempre andaba apurado y de ahí su apodo.


Recordó también un tiempo en que varias familias como los Arias Cabrera o los Álvarez Órdenes entre otros buscaron nuevos horizontes en Vallenar y que hicieron  esa mudanza en el camión de don Mario Rojas “El Danubio Azul”.


También invitó a las generaciones jóvenes de Peralillo a sentirse orgullosos de su pueblo, a saber que este pueblo se hizo con el esfuerzo de muchas buenas personas y que tenemos la obligación de cuidarlo y respetar a aquellos y aquellas que nos dejaron este pueblo tan querido.




(Simón Ramos)

José Hernán cierra su intervención con otra cita de Gabriel García Márquez  que refleja y resume todo su pensamiento:

“La memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos y gracias a este artificio logramos sobrellevar el pasado”   

Yo finalmente me quedo con una conversación que tuvimos el día domingo de fiesta, donde ambos coincidimos que el lanzamiento del libro fue muy bueno y quedamos con una sensación del deber cumplido hacia la gran historia y los grandes personajes de nuestro terruño. 


(Junta con algunos de los mujik: Juan Peñailillo, Diego Espinoza, Miguel Cortés, Claudio Alvarado, José Hernán Cortés, Víctor Mena, Washington Ramos)

domingo, septiembre 23, 2012

CRÓNICA DE UN VIAJE MUY ESPERADO, CAPÍTULO I, parte dos




CRÓNICA DE UN VIAJE MUY ESPERADO
CAPÍTULO I.

Lanzamiento del libro: “Peralillo Elqui: Tradición en hombros de hombres de campo”.






Parte dos.

Quedamos en que hasta la parte uno llegaba lo serio de la ceremonia …, de hecho ya a esa altura se notaba la cara de relajo y también de sed en los rostros de los amigos involucrados, era cosa de mirar a Hernán Geisse, a Polilla, a Parafina y al Cano que ya sabían lo que se venía.

Se venía lo emotivo, la emoción de reflejar en palabras un pueblo que es más que un simple lugar en el mapa.

Se venía lo netamente peralillano, lo que distingue a este libro de otros que el 
mismo intendente había mencionado.

Por esto la presentación del libro tiene que ser leída con la visión de un peralillano de tomo y lomo, para intensificar eso insertaré algunas fotografías que van matizando las palabras con imágenes gráficas.




PRESENTACIÓN DEL LIBRO: “PERALILLO ELQUI: TRADICIÓN EN HOMBROS DE HOMBRES DE CAMPO”











En primer lugar, hay que resaltar que tener la posibilidad de dejar testimonio  escrito sobre un pueblo es una gran responsabilidad, principalmente porque los pueblos, cualquiera sea su tamaño y sus características,  son entidades dinámicas, multifacéticas y, por lo tanto, subjetivas.   







Entonces, el pueblo que se retrata en estas páginas no necesariamente es el pueblo que todos recuerdan, del que todos hablan o el que todos viven a diario.  A  pesar de esta situación indesmentible, el retrato que entrega “Peralillo Elqui: tradición en hombros de hombres de campo”  es absolutamente válido; sobre todo si consideramos la línea investigativa utilizada, en la cual durante más de un año se consultó actas oficiales, documentos eclesiales y testimonios de diferente índole; lo cual lo convierte en un verdadero estudio de campo y finalmente en un documento fundamental no sólo en nuestra historia pueblerina, sino también de la comuna y de la región.
Seguidamente, aprovecharé esta instancia para tratar de resolver una interrogante que me persigue desde hace años:




¿Qué tendrá nuestro pueblo de Peralillo Elqui que se escribe tanto sobre él?


Mucho ha tenido, mucho debe tener y  mucho tendrá en el futuro, sobre todo, a la luz de este tipo de publicaciones y con la existencia de personas tan amantes de su terruño como Hernán Geisse Pérez y Rodolfo Mura Cortés  autores de este libro.


Antes que todo, el pueblo de Peralillo,  tiene una historia grandiosa como los cerros tutelares que lo amparan y lo abrigan desde el alma más profunda de la tierra Elquina; tiene una historia hecha por hombres y mujeres extraordinarias, que no sólo dijeron que amaban a su pueblo, sino que lo demostraron con hechos, con acciones y sobre todo con evidencias tan concretas y excepcionales como este libro que hoy nos convoca.   




Muchas de esas evidencias fundamentales todavía las podemos ver hasta el día de hoy, podemos ver el pueblo en su amplitud mayor, desde la Capel hasta el límite con Andacollito; incluyendo como corresponde los sectores de El Durazno, Villaseca, Sector Centro, Lourdes, el Sector Oriente, el Asentamiento y el sector El Río. Todo esto no se ha hecho solo, fueron y son personas  esforzadas, las que dieron y dan cada día sus energías para  formar tanta historia. 







Todo esto es parte de la conciencia pueblerina que hoy presentamos en este bello libro, la cual conforma una identidad tan  particular que de inmediato nos lleva  a preguntarnos ¿qué es ser Peralillano?



 Y de inmediato surgen muchas respuestas que pretenden describir a este ser tan especial como querido:





Ser Peralillano es amar entrañablemente  al pueblo que te vio nacer, es añorarlo siempre y donde estés. Es ponerte melancólico cuando se te pierde el Cerro Grande y por eso, según palabras del loco Cano Ramos: “el Peralillano cuando se va, lleva en sus bolsillos una piedra del cerro Grande para calmar la nostalgia por el terruño”.


Ser Peralillano es querer  ver a su gente tanto en el pueblo como en otros lugares del país y al encontrarse con ellos sentarse a conversar como si fuera en el Club Social, en el Skylab, en el Llanero, en el Coloso Tropical, en los tiempos pasados de la lejana Coneja, en el almacén de los Fábrega de las Cuatro Esquinas, en el almacén de doña Chila y Manuel Rivera, en el Pool de la esquina, en la panadería de don Juan Olguín, en el almacén Victoria de don Manuel Rojas, en el almacén de doña Alicia Aquez, en el almacén del Carlos González   y hablar por horas como si sólo ayer hubiéramos partido. 
Incluso es repetir las numerosas tallas pueblerinas de siempre y volver a reír con ellas como si nunca las hubiéramos escuchado. Por eso y mucho más, como dice el amigo Diego Espinoza Navea, “Polilla”:” Los Peralillanos somos de una ‘ralea especial’...somos pícaros, ingeniosos para poner la talla justo a tiempo y sin groserías... somos  ‘nacionalistas’ (yo diría algo así como ‘PERALILLISTAS’)… Peralillo primero y después el ‘resto’, somos amistosos a más no poder (verás cómo quieren en Peralillo al amigo cuando es forastero), poetas, buenos pa´la pelota, agricultores desde la cuna y hasta la tumba”.








Ser Peralillano es saber tantas cosas del pasado reciente o lejano, sorprenderse al saber  por ejemplo, que hace muchos años la cancha de fútbol tuvo un sistema de iluminación, que se pudo jugar partidos nocturnos y que todo eso salió del esfuerzo de muchos que ya se han ido, como mi querido tío Manuel Madrid Aguirre. (QEPD).








Saber cosas como que el muro que está en el principio del callejón a Lourdes, donde se sienta tanta gente, fue el paradero de la micro Vía Elqui y que justo ahí en la casa de la tía Nelly Rojas y Enrique Madrid, se vendían los pasajes para esas micros.  Que hace mucho tiempo atrás, por ahí cerca salían los camiones con los primores del pueblo hacia Santiago y otras ciudades del país, llevando los ajíes, tomates, zapallos y tantos otros productos que sirvieron para dar prestigio y riquezas a nuestro pueblo. Saber que esa  Cooperativa Agrícola  Elqui es muchísimo más que sólo esa etiqueta que todavía sobrevive por ahí y más que esa casona que se niega a caer a pesar del paso implacable del tiempo. Saber que ahí al lado estaba el teatro del pueblo donde gran parte de los viejitos y viejitas lindas del pueblo mostraban en su juventud sus dotes artísticas y además se recibían artistas venidos de muchas partes del país.




Ser Peralillano es haber vivido entre huertos, canales y acequias, entre cerros y el río.  Es haber dicho más de alguna tontería o garabato en los clásicos deportivos, ya sea en la barra del CD Peralillo o en la de Unión Lourdes.  Es tener el terral metido en el espíritu, saber que la lluvia es bendición del cielo y que el padre Oscar Messina nos cuida a todos sentado con su sotana negra allá en la diestra del Dios Padre y que acá en la tierra en estos tiempos nos cuida el padre Rafael Rojas Larenas.    





Ser Peralillano es haber subido al Cerro Grande al menos una vez, es tomar agua de salvia, es haberse asustado más de  alguna vez en las cercanías del Socavón, es añorar las añañucas y los dulces de membrillo. 







Es orientarse claramente con las expresiones: “p’ al alto, p’ al bajo, p’ arriba, p’ abajo”. Es entender clarito cuando te digan que “alguien se fue por dentro”, “a la cabina Don Boris”, “si pus juancla”, “una chispa loco”, “pillo banca” “pega finalizada, pega fiada”, “ña Berta” y tantas otras expresiones pueblerinas.





Ser Peralillano es escuchar: “En el nombre de patria entonemos, con fervor nuestro canto escolar y en la escuela materna forjemos, la grandeza de Chile inmortal.  Peralillo mi pueblo querido, bondadoso nos une al plantel… “ … - el himno de la Escuela Edmundo Vidal Cárdenas-  y poder seguir su letra  y melodía hasta el final, porque se nos quedó grabado en lo más esencial de nuestro ser, como es el alma de la más tierna infancia pueblerina y escolar. En esa infancia  estaban los maestros y maestras de siempre y personajes no siempre reconocidos como el “chinito mimi”, doña Clara, la señora de Milla y mi tía Isa en la cocina.  En esa infancia también conocimos el fuerte aroma “acusete” de las mandarinas del potrero de don Enrique Rojas o las galletas duras como piedra que nos daban en ese desayuno escolar.








Ser Peralillano es haber escuchado muchas veces en la fiesta del Carmen “Viva Peralillo Católico”, “Viva la Virgen del Carmen”  y saber que el “Viejito de la Pala”, el amigo Víctor Ramos era el que lanzaba esos gritos a los tibios vientos primaverales de Septiembre.


Ser Peralillano es haberse emocionado en el más grande fervor religioso, tanto con los sonidos del viejo armonio de la Iglesia en las manos de Patricio Ramos y las voces de consecutivos coros que cantan a la Virgen Santa del Carmelo, como también vibrar con los retumbos de los tambores y cajas del baile chino.
Ser Peralillano es haber cantado más de una vez en alguna parranda a los sones de la guitarra de Pedro Ramos, más conocido como el “Quelo”, que tan temprano nos dejó. Y haberlo hecho en compañía de “Los santos del Ritmo”. 







Haber vivido de más de alguna manera la bohemia peralillana con su figura máxima Mercedes Liberata Rojas y reconocer su famosísimo “ a no po, rubio”.






 Distinguir clarito la voz del Casilda en algún boliche pueblerino y saber que seguirá cantando por horas y horas. 







Ser Peralillano  es saber, por ejemplo, quien es este  maratónico cantor  “Casilda”, pero no tener idea que se llama  Aquiles Torres; poder decir que sobrenaturalmente conocemos al “Cuco” o  “diablo”, el cual tiene un autopacto, porque no se le notan los muchos años que tiene, pero no poder decir el nombre y apellido de Rubén Ramón Aguirre Aguirre; conocer al “Churo”, haber escuchado su miles de chistes, haberle quedado debiendo algunos kilos de pan, pero no poder indicar que se llama Genaro González Leyton.  Saber claramente quien es el Tato, pero no saber realmente que su nombre es Wilfredo Ramón Rojo Araos. 


Ser Peralillano es esperar las fiestas patrias con ansias, haber vivido a concho la Pampilla en la medialuna y las carreras al cerro de la bandera; haber visto más de alguna vez esas cuecas “hermosamente correteadas” del “chico tomacho” con su esposa; asombrarse de la pinta de Pedro Mario Rojas y jurar haber presenciado que el Mingo subió de un solo tirón el “palo ensebado”, medio cura’o , muchas horas después de que ya todos se habían rendido ante la porfía de un palo demasiado difícil.








Ser Peralillano es conocer al “Culillo” y si te preguntan por Guillermo Godoy Pérez decir que no lo conoces y que el  eterno “Paisano” es Eulogio Presbiterio Cayo, el viejo más joven del pueblo, ya que su recién sacada cédula de identidad tiene 22 millones y algo, lo que lo  da como nacido más o menos en el año 2010.






Ser Peralillano es apostar una media docena de las “heladitas” a que el “Pantano” tiene también como apodo “Jore” y no saber que ese es su verdadero nombre.


Ser Peralillano es alegrarse de lo bien que le ha ido en la vida al  gran personaje “Caliente la tierra” y sorprenderse que su nombre en las chequeras es Alexis Salazar y  entender que todavía le encante andar a “pata pelá” por la vida.


Ser Peralillano es ser cuentero y, jurar a los cuatro vientos, que sabemos el número exacto de los integrantes de cada una de las familias más numerosas del pueblo: los Alcayaga, los Michea, los Cortés, los Rojas, los Barraza, los Espejo, los Ibacache, los González, los Ramos, los Valdivia, los Olivares, los Durán, los Arias, los Jiménez, los Cabello, los Gálvez y tantos otros.
Ser Peralillano es ser pariente de casi toda la gente del pueblo, que los “viejitos y viejitas lindas” del pueblo te traten de “Jovencito”, cuando ya tienes casi medio siglo.








Ser Peralillano es recordar  por su apodo a algunos de los que se han ido y negarse a decir sus verdaderos nombres y apellidos por respeto a los difuntos;  entre otros el cantante, el chacal, el murciélago, el chumingo, a mi tío malulo, don reca, el turco, el pachanga, el tabo, a don pipo, el chico Ernesto, el pindy, el milo,  el coco , el pique, el peruca, el cortinez, el charro negro, la toya, y a la querida Mirza  Rojo que en realidad era Mirta Rojo, entre otras y otros.






Ser Peralillano, en esto de los muertos,  es sentir un extraño orgullo al decir que en Peralillo se nos van de a dos y que a todos y a todas se les acompaña en su misa de sepultación y que, en su último viaje, el pueblo se detiene y se pone  a disposición de los deudos para despedir a sus hijos o hijas.



Ser Peralillano es sentirse identificado al leer estos versos de Mayo Muñoz, importante poeta nortino que alguna vez nos visitó,  que dejó plasmada su impresión en un poema que dice:



¡Enhorabuena, Peralillo!
sempiterna belleza de ese valle
al que un día benigno me invitaste!
Melopeando unos versos de Gabriela
con ronca voz del río a mis espaldas.

De pronto junto al Grande, Peralillo,
con su iglesia de palmas centenarias
y sarmientos de torcidas tijeretas.
Allí vas cobijado en la natura,
en piedras lagartijas sobre piedras
con el sueño eterno de las pircas
y espinas de mi canto en el copao.

Hoy llega a mí la flor de la ceniza
la prístina dulzura del cadillo
que grácil abejea los primores.
Vibrante luz rastreando mis aperos,
desaguando la miel de esa distancia
con vinos parlanchines de tu pueblo.
La espléndida alcuza de tu mesa
hormigueando sinuosa en la cocina
con la azúcar quemada para el mate
ahuyentando dulzona el aguacero.

Afuera, la virgen palidez de los collados
y al fondo, más arriba, hacia el levante
la moldura salvaje de la sierra.
Yo aquí por el momento en esta vena
vine a parar de pronto mi andadura
y hoy por vos alzo mi copa
¡Enhorabuena, Peralillo, enhorabuena!








Por último, ser  Peralillano es mucho más que todo lo que yo pudiera  decir en estas líneas de presentación, por eso ahora se callan mis palabras y  los dejo en la ansiosa lectura de “PERALILLO ELQUI: TRADICIÓN EN HOMBROS DE HOMBRES DE CAMPO”.



                                      Iván Amadeo Salas Madrid
Profesor de Lenguaje y Comunicación
Profesor con Asignación de Excelencia Pedagógica del MINEDUC (AEP)
Perteneciente a la Red Maestros de Maestros del MINEDUC (RMM)
Tutor de la Pontificia Universidad Católica de Chile
Coordinador de Comunidades Docentes MINEDUC
ANTE TODO PERALILLANO